La Zarina en su Villa
Llegamos en un burchiello que antes era a remos y actualmente es a motor.
Después de salir de Padua continuando la huella de Palladio, este verano luminoso visitamos las Villas del Canal de Brenta.
Cada una, y hay más de cien según el barquero, más bella y ostentosa que la anterior. Como residencias veraniegas dentro de las tierras de cultivos de sus propietarios, eran edificadas con los propósitos de observar los campos mientras disfrutaban del estío.
Los jardines se hacían visibles desde el Canal con su verde demostración de riqueza.
Llegamos a la inigualable Villa Pisani y dejamos el paseo acuático para pasar un día allí.
El embarcadero tan veneciano nos hizo de introito para el palacio que no era más que un maravilloso artificio.Al entrar a esta primera edificación se pasaba en medio de ella hasta llegar a una enorme bóveda con un portón de hierro forjado. Al atravesarlo daba paso a un increíble paisaje profundo que comenzaba con una fuente y su largo canal de agua que al final ,cual espectáculo impresionante, dejaba ver el maravilloso Palacio-Villa.
La perspectiva jugaba en todo, caminos entre bosques que acaban en un punto de fuga que resulta ser un portón con arco. Era la manera de crear la sensación de inmensidad en el jardín. Esa vista grandiosa del Palacio al final de una vía verde atravesada por el canal de agua de la fuente, otra perspectiva.
En el interior pinturas de artistas venecianos, mobiliario sencillamente decadente y precioso. Allí nos ofrecían el almuerzo con música barroca, invitación de la familia Pisani que actualmente vivía en Venezuela. Un Guarda de la finca, pariente muy lejano y ahora guía turístico en sus horas de trabajo de verano, contrataba el Servicio de personal para comedor y estancias especiales asi como los lavabos y el Catering.
Nosotros veníamos de Caracas con la visita preparada de antemano. Éramos amigos de la familia y decidimos venir hasta su antiquísima Villa en el recorrido europeo de seis meses.
Nuestros viajes eran tan largos en tiempo utilizado porque nos imbuímos del espíritu del viajero, opuesto al de turista.
Cada desplazamiento al Mundo significaba vivir las experiencias "a pie de pueblos y ciudades". Bien es cierto que nuestra "economía cash" era abundante. Algunos países, como India, requerían ese recorrido pausado y amplio.
Se nos hizo mágico entrar en algunos Palacios y en Templos milenarios por más de un milenio. Las ciudades abigarradas y superpobladas, con familias viviendo en las calles, y las vacas a su aire nos dieron un baño de humildad entre otras cosas.
Castas prohibidas por leyes incumplidas y muertes en Benarés para romper con la penosa y perenne reencarnación fueron definitivas para comprender las contradicciones de ese subcontinente. Calcuta nos despidió entre miserias y rezos.
Ya nada fue igual desde esa visita porque ninguna otra parte del mundo era tan sorprendente. Lo visto después fue una mala copia de las miserias y desigualdades que vimos.
Asia lo repartimos en varias visitas, y la más increíble fueron las estepas siberianas incluído vivir unos días con los nómadas de Mongolia.
El alma y el cuerpo nos pidieron una pausa para digerir todo lo visto. Por eso nos pusimos la tarea de recorrer Italia empezando por el Véneto. Sobre todo por las ciudades y villas de Palladio, amplias y clásicas. Ningún tipo de superpoblación y toda la paz que puede tener esa región y en este caso el viaje en el burchiello por el Brenta.
Como nos dejaron en el embarcadero con la recomendación de esperar al Guarda-guía, nos complacimos mirando y disfrutando con la enorme fachada. Pasado un tiempo, casi una hora, empezamos a dudar de la recomendación. ¿ Y si era que debíamos entrar y esperarlo dentro? Pues entramos...
En este edificio estuvimos poco tiempo porque la majestuosidad que se nos ofrecía tras el arco del fondo nos atrajo hacia la vía del canal de agua. Era una visión casi irreal que nos hacía caminar hacia el Castillo del fondo.
Caminamos en un silencio roto por las expresiones de admiración de cada uno de nosotros.
De pronto sentí a mi lado una vocecita cantarina y esa presencia me cogió de la mano para llevarme en volandas por el jardín riendo conmigo.
Mi adolescencia teñida de juventud temprana me permitía esos "excesos" que mi familia no los veía raros. Emprendimos esa suave carrera, sin tropezar, entre el fru fru de sus sedas que solo yo oía.
De vez en cuando nos deteníamos para saludar a los retrasados y me dijo que les dijera que yo los esperaría en la torre del medio de un laberinto. Ellos me saludaban con las manos en alto y rieron por mi ocurrencia. ¿ Qué laberinto querida? Bueno nos vemos allá...
El sol brillaba y se reflejaba en las gotitas irisadas del rocío sobre el césped interminable.
Se nos fue quedando muy alejada mi familia y en un recodo apareció el laberinto!!
Los arbustos recortados era altísimos para nosotras pero sus senderos tenían la amplitud suficiente para que los iluminara la luz solar.
Yo frené en la carrera un poco prevenida con ese mundo verde porque en otro similar había entrado y me había perdido.
Me explicaron que estaban hechos para atemorizar, pero al estar abiertos al cielo solo hacía falta gritar para pedir ayuda. De todos modos a mí me daban miedo. Ella me apretó más la mano tranquilizándome con una coherente explicación según consideré.
Ella, que vivía allí, se conocía el recorrido hasta la torre que estaba en medio rodeada de una escalera metálica en forma de Caracol.
Mientras caminábamos lentamente entre risas porque ella me llevaba por caminos equivocados a propósito y rectificaba retrocediendo muy divertida, me dijo que vivía allí desde que desaparecieron en un bosque sus padres y hermanitos. Su familia me explicó que era rusa y vivieron en el Palacio de invierno de Rusia. Siempre tuvo frío hasta que comenzaron a vivir aquí. Era muy feliz y mucho más cuando venía de visita gente joven o niños. Me dijo que ella era una Zarina, como decir Princesa. Temerosa de perderme le pregunté su nombre para poder llamarla si me perdía. Anastasia me contestó tranquilamente.
En esos momentos yo iba muy preocupada de no perderme y no le di importancia a sus explicaciones.
Al final llegamos hasta la torre y subimos hasta arriba. Al llegar vimos a un hombre sentado de espaldas que al oírnos se levantó y al girarse sentí que mi acompañante se zafaba de mi mano y desaparecía.
El señor me preguntó con quien me reía y yo le dije" con Anastasia"...
Se echó a reír y haciendo un gesto de displicencia con la mano me dijo " claro claro con la Zarina, qué niña más traviesa". "Cuando el Zar de Rusia compró esta Villa, pasaban algún verano aquí y en el último la pequeña se escondió y no subió al Burchiello". " Sigue siendo muy traviesa"!
Llegaban al final del laberinto mis padres y mirando hacia arriba con las manos cubriéndose los ojos del sol, me preguntaron cómo había llegado hasta allí.
Muy sonriente les dije que con Anastasia, la Zarina!
Escuché reír por lo bajo al Guía mientras mis padres se miraban sorprendidos por mi respuesta.
